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— Eso queda fuera de la cuestión — dijo uno de los demás -. No veo dónde pueda afectarnos en la realidad la sequía. Después de todo, tenemos las plantas desalinizadoras… no hay escasez de agua, poseemos todo el océano para aprovisionamos.

— Eso está bien, para aquí, en Rhode Island — le contestó su vecino. Una planta desalinizadora cubre todas vuestras necesidades. Pero en New Hampshire ya notamos la escasez. Las granjas lecheras y algunas plantas industriales se quejan de la mala calidad del agua y de la escasez actual.

— Lo mismo ocurre en Massachusetts Occidental — asintió el hombre que estaba enfrente. Gesticulando con un largo cigarro añadí — Según la gente de Washington, no podremos construir otra planta desalinizadora antes de dos años. Para entonces el daño ya estará hecho.

— Pero todo esto es cuestión de control y conservación de agua durante años y se han dado algunos pasos muy notables. Lo hacemos tan bien en ese aspecto como se podría esperar y ciertamente no hemos mejorado en absoluto de la noche a la mañana. El problema es que puede que no haya bastante agua asequible si el señor Marrett tiene razón y continúa la sequía.

Seguimos utilizando sólo el siete por ciento de la lluvia que en la actualidad cae — dijo Arnold -. El resto se pierde en el mar.

— Puede que sea verdad — asintió De

Ted volvió a la cabecera de la mesa.

Hagamos frente a los hechos. Todo el trabajo que han invertido ustedes en gobernar el agua y controlar el envenenamiento de la atmósfera se ha visto casi superado por el crecimiento de la población y de la industria. Corran ustedes todo lo que puedan para permanecer delante del problema. Ahora la sequía va a hacerles flaquear las piernas. A menos que algo cambie condenadamente pronto, no van a tener más remedio que recurrir al racionamiento de agua.

— Podríamos perder millares de millones de dólares… en productos agrícolas, productos industriales…

— Sin mencionar nuestros empleos — murmuró alguien.

— ¡Entonces tienen que actuar — saltó Ted. Todos prestaban la máxima atención y lo miraban -. Podemos derrotar a la sequía. Podemos acabar con ella, efectuando cambios deliberados y controlados en el tiempo.

Ahora se miraron uno a otro y empezaron a murmurar. Si se refiere usted a la siembra de nubes, eso se ha intentado ya y…

— Es inútil sembrar nubes cuando las condiciones no son apropiadas respondió Ted -. Hablo de preparar las condiciones que deseamos que se presenten para que la lluvia caiga naturalmente. Control del tiempo… ruptura del sistema de sequía.

— Pero si no hay humedad en el aire, ¿cómo. .?

— Escuchen. Hay seis veces más agua moviéndose por encima de nuestras cabezas ahora mismo que la que existe en todos los lagos y ríos de Nueva Inglaterra. Todo lo que tenemos que hacer es obligarla a caer aquí, donde la necesitamos.

— ¿Y usted puede conseguir eso?

— Podemos ofrecer predicciones del tiempo a largo plazo. Podemos conseguir productos químicos y fuentes de energía para cambiar el tiempo. Podemos predecir cuáles serán los cambios, de modo que afirmaremos de antemano si harán daño o harán bien.

— ¿Han hecho ustedes algo de eso en realidad?

— En la escala necesaria para vencer la sequía, no.

— ¿Y en alguna escala? ¿Se ha hecho?

Ted me miró de reojo y sonrió.

— Si no se hubiese hecho, no estaríamos aquí ahora.

¿Y cómo esperan quebrantar la sequía? — preguntó Arnold, con una pizca de acidez en su tono.

— Si supiera la respuesta estaría haciendo el trabajo. Pero sé cómo obtener esa respuesta.





— ¿Cómo?

Ted levantó los dedos y empezó a contar empleándolos.

— Primero, realizaré un estudio teórico de las condiciones necesarias para la lluvia normal. Esto será en parte un estudio histórico de los archivos locales para ver cuáles son los sistemas ordinarios, desde el nivel del sol hasta la ionosfera. Al mismo tiempo produciremos valores de computador de sistemas de tiempo a gran escala para ver cómo afectan a la situación de Nueva Inglaterra.

— ¿Gran escala?

— Sistemas nubosos y atmosféricos planetarios… principalmente del hemisferio norte.

Sus ojos se desorbitaron, pero siguieron escuchando.

Segundo: después de que obtengamos un asidero en las condiciones que se necesitan para la lluvia normal, las compararemos con esta condición de sequía. Luego generaremos una serie de experimentos de laboratorio y de simulaciones de computador para ver si podemos efectuar sencillos cambios en el tiempo que pongan en movimiento a. la última clase duradera de cambio que deseamos.

Miró a los dos lados distintos para ver si le seguían en su explicaciones.

— Bien, la atmósfera es como uno de esos juegos Infantiles llamados tentetiesos. Se resiste a cambiar. Posee un poder tremendo de equilibrio. Si se la golpea desde un lado oscilará varias veces hasta recuperar la posición inicial.

— Pero cambia — dijo uno de los hombres.

— ¡Claro! El tiempo cambia minuto a minuto y el clima también cambia… como esta sequía… Pero los cambios del clima son lentos y entrañan enormes cantidades de energía. No podemos competir con el equilibrio energético natural de la atmósfera… Es demasiado grande y nosotros excesivamente pequeños. Sería como si un hombre tratase de luchar contra un mamut.

El congresista De

— Los hombres acabaron con los mamuts.

— De acuerdo — asintió Ted -. Pero no a fuerza de músculos. Con sus cerebros.

— ¿Dónde quiere ir a parar? Preguntó Arnold.

— Sólo a esto: tenemos que buscar situaciones naturales en el sistema de sequía en donde podamos desequilibrar las balanzas un poquito y producir grandes cambios a nuestro favor. No podemos obligar a la atmósfera a cambiar por completo su equilibrio natural… pero Podemos hallar posibilidades de disparar el cambio que deseamos con sólo un codacito en el tiempo y lugar adecuados.

— Una o dos simples modificaciones no cambiarán sistemas tan profundamente impresos como éste — dijo Arnold.

— Quizá no. Pero en el laboratorio podemos echar un vistazo a todos los cambios posibles que sean realizables. Y con estas predicciones a largo alcance podremos ver que romperán la sequía y luego producirlos.

— Eso es picar muy alto comento Arnold -. No se puede ir trasteando con el tiempo y…

— ¡No trasteando! — saltó Ted -. Efectuamos experimentos controlados, basados en predicciones teóricas y en simulaciones de computador, del mismo modo que los ingenieros diseñan aviones y cohetes.

Apoyó sus grandes puños en la mesa y dijo:

— En lugar de quedarnos sentados viendo cómo la sequía nos arruina, quiero ver cómo la inteligencia humana se pone a trabajar para impedirlo. No es preciso que nos crucemos de brazos y esperemos a que la naturaleza siga su curso, como ningún enfermo aguarda a curarse por sí solo sin utilizar medicinas. Podemos vencer esta sequía; hagámoslo.