Страница 90 из 90
– ¿Hola? Estoy aquí.
Bosch vio que la puerta del estudio estaba ligeramente entreabierta. Se acercó y la empujó para abrirla. Ella estaba allí, de pie ante el caballete, con óleos de tonos oscuros en la paleta que tenía en la mano. Tenía una única mancha de ocre en la mejilla derecha. Sonrió de inmediato.
– Harry.
– Hola, Jasmine.
Bosch se le acercó y rodeó el caballete. El retrato estaba apenas empezado, pero ella había comenzado por los ojos. Los mismos ojos que en el retrato que colgaba de la pared en la otra habitación. Los mismos ojos que Bosch veía cuando se miraba en el espejo.
Jasmine se acercó a él de manera vacilante. No había atisbo de vergüenza o incomodidad en su rostro.
– Pensaba que si te pintaba volverías.
Dejó el pincel en una vieja lata de café atornillada al caballete y se acercó todavía más. Lo abrazó y se besaron en silencio. Al principio fue un reencuentro delicado, después Harry le puso la mano en la espalda y la atrajo a su pecho como si ella fuera una venda capaz de contener su hemorragia. Al cabo de poco, Jasmine se apartó, levantó las manos y sostuvo entre ellas la cara de Bosch.
– Déjame ver si he hecho bien los ojos.
Estiró el brazo y le quitó a Bosch las gafas de sol. Sonrió. Bosch sabía que el color morado de las ojeras casi había desaparecido, pero los globos oculares seguían estando ribeteados de rojo y llenos de capilares hinchados.
– Joder, has viajado de noche.
– Es una larga historia. Te la contaré después.
– Dios, vuelve a ponerte las gafas.
Jasmine volvió a ponerle las gafas y rió.
– No tiene gracia. Duele.
– No es por eso. Te he manchado la cara de pintura.
– Bueno, entonces no estoy solo.
Bosch trazó la cuchillada de óleo en el rostro de Jasmine. Se abrazaron de nuevo. Bosch sabía que podrían hablar más tarde. Por el momento sólo la abrazó y la olió y miró por encima del hombro de ella al azul brillante de la bahía. Pensó en algo que le había dicho el anciano postrado en la cama. «Cuando encuentres la que crees que encaja, agárrate a ella para siempre.» Bosch no sabía si ella era la elegida, pero por el momento se agarró a ella con todo lo que le quedaba.