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– Supongo que tú eras de los pecadores, Harry.

Bosch sonrió y asintió.

– Por supuesto.

– Y Tafero estaba con los santos.

– Sí, y también nuestro teniente de entonces, un petimetre llamado Harvey Pounds. Él y Tafero tenían su iglesita montada y por eso eran inseparables. Supongo que cualquiera que estuviera con Pounds, fuera por la iglesia o no, no era alguien hacia el que yo iba a gravitar, no sé si me explico. Y ellos no iban a gravitar hacia mí.

McCaleb asintió. Sabía más de lo que dejaba entrever.

– Pounds fue el tipo que estropeó el caso Gu

– El mismo.

Bosch bajó la cabeza y la sacudió en una actitud de autodesprecio.

– ¿Estaba Tafero allí aquel día?

– ¿Tafero? No lo sé, es probable.

– Bueno, ¿no hubo una investigación de asuntos internos con informes de testigos?

– Sí, pero yo no la miré. O sea, empujé al tío por la ventana delante de toda la brigada. No iba a negarlo.

– Y después al cabo de, ¿qué fue más o menos un mes?, Pounds apareció muerto en un túnel en las colinas.

– En Griffith Park, sí.

– Y el caso sigue abierto…

Bosch asintió.

– Técnicamente.

– Eso ya lo habías dicho. ¿Qué significa?

– Significa que está abierto, pero que nadie está trabajando en él. El departamento tiene una clasificación especial para esos casos, casos que no quieren tocar. Es lo que llaman cerrado por circunstancias distintas a la detención.

– ¿Y tú conoces esas circunstancias?

Bosch se terminó su segunda botella, la apartó hacia un lado y cogió otra que tenía delante.

– No estás bebiendo -dijo.

– Tú estás bebiendo por los dos. ¿Conoces esas circunstancias?

Bosch se inclinó hacia adelante.

– Escucha, voy a decirte algo que muy poca gente sabe, ¿de acuerdo?

McCaleb asintió. Sabía que era mejor no hacer preguntas en ese momento. Dejaría que Bosch se lo contara.

– Me suspendieron por esa historia de la ventana. Cuando me cansé de dar vueltas en mi casa mirando las paredes, empecé la investigación de un viejo caso, un caso de asesinato. Iba por libre y terminé siguiendo una pista a ciegas que conducía a gente muy poderosa. Pero en ese momento yo no tenía placa, no tenía posición. Así que hice varias llamadas utilizando el nombre de

Pounds. Ya sabes, estaba tratando de ocultar lo que estaba haciendo.

– Si el departamento descubría que estabas trabajando en un caso estando suspendido las cosas habrían empeorado para ti.

– Exactamente. Así que usé su nombre cuando hice lo que pensé que eran llamadas inocuas de rutina. Pero entonces, una noche, alguien llamó a Pounds y le dijo que tenía algo para él, información urgente. Él acudió a la cita. Solo. Luego lo encontraron en aquel túnel. Lo habían golpeado de una forma muy fea. Como si lo hubieran torturado. Sólo que él no podía responder a las preguntas, porque era el tipo equivocado. Yo era el que había utilizado su nombre. Era a mí a quien querían.

Bosch dejó caer la barbilla sobre el pecho y se quedó un buen rato en silencio.

– Lo mataron por mi culpa -dijo sin levantar la mirada-. El tipo era un capullo de primera, pero lo mataron por mi culpa.

Bosch levantó la cabeza de repente y bebió de la botella. McCaleb vio que sus ojos eran oscuros y brillantes. Parecía cansado.

– ¿Era esto lo que querías saber, Terry? ¿Esto te ayuda?

McCaleb asintió.

– ¿Qué sabía Tafero de todo esto?





– Nada.

– ¿Podría haber pensado que fuiste tú quien llamó a Pounds aquella noche?

– Quizá. Hubo gente que lo creyó, y probablemente todavía lo cree. Pero ¿qué significa eso? ¿Qué tiene que ver con Gu

McCaleb tomó su primer largo trago de cerveza. Estaba helada y sintió el frío en el pecho. Dejó la botella en la mesa y decidió que era el momento de ofrecerle algo a cambio a Bosch.

– Necesito saber de Tafero, porque necesito conocer sus razones, sus motivos. No tengo ninguna prueba de nada (todavía), pero creo que Tafero mató a Gu

– Dios…

– Una trampa casi perfecta. La escena del crimen está relacionada con el pintor Hieronymus Bosch, el pintor está relacionado contigo porque se llamaba igual que tú, y por último tú estás relacionado con Gu

Bosch negó con la cabeza. Estaba demasiado aturdido para hablar.

– El día que intentaste interrogarlo en su despacho. Pasaste la cinta en el juicio la semana pasada. Te identificaste con tu nombre completo.

– Siempre lo hago. Yo…

– Entonces él contactó con Tafero y Tafero encontró la víctima perfecta. Gu

Bosch levantó ligeramente la botella y volvió a dejarla sobre la mesa.

– Creo que era un plan doble -continuó McCaleb-. Si tenían suerte la conexión se haría con rapidez y tú te enfrentarías a una acusación de asesinato antes incluso de que empezara el juicio de Storey. Si eso no ocurría, recurrían al plan B. Todavía lo tendrían para aplastarte en el juicio. Si te destruyen a ti, destruyen el caso. Fowkkes ya se encargó de esta mujer hoy y arremetió contra algunos testigos más. ¿En qué más se sostiene el caso? En ti, Harry. Sabían que se resumiría en ti.

Bosch volvió ligeramente la cabeza y sus ojos parecieron ponerse en blanco mientras miraba la superficie arañada de la mesa y sopesaba lo que McCaleb le había dicho.

– Necesitaba conocer tu historia con Tafero -dijo McCaleb-. Porque ésa es una pregunta; ¿por qué lo hizo? Sí, probablemente por dinero y por un buen enganche con Storey si sale Ubre, pero tiene que haber algo más. Y creo que acabas de decirme lo que era. Probablemente te odia desde hace mucho tiempo.

Bosch levantó la mirada de la mesa y miró directamente a McCaleb.

– Es una venganza.

McCaleb asintió.

– Por Pounds. Y a menos que consigamos la prueba, podría funcionar.

Bosch guardó silencio. Bajó la mirada hacia la mesa. McCaleb lo vio cansado y derrotado.

– ¿Todavía quieres estrecharle la mano? -preguntó McCaleb.

Bosch levantó la mirada.

– Lo siento, Harry, ha sido un golpe bajo.

Bosch bajó la cabeza y se encogió de hombros.

– Me lo merezco. Bueno, dime qué es lo que tienes.

– No demasiado. Pero tenías razón. Se me pasó algo. Tafero depositó la fianza de Gu

Bosch asintió. McCaleb sabía que había entendido la jugada.

– Ellos lo filtraron al periodista -dijo Bosch-. Una vez que saliera en la prensa, podrían saltar sobre la noticia y usarla, actuar como si fuera una novedad para ellos, como si estuvieran detrás de la curva cuando en realidad estaban doblando la maldita curva.

McCaleb asintió, vacilante. No mencionó la confesión de Buddy Lockridge, porque complicaba la hipótesis en la que estaban trabajando.

– ¿Qué? -preguntó Bosch.

– Nada, sólo estaba pensando.

– ¿No tienes nada más que el nombre de Tafero en el pago de la fianza?

– Y una multa de aparcamiento. Eso es todo por el momento.

McCaleb describió detalladamente sus visitas de esa mañana a Fianzas Valentino y a la oficina de correos y cómo el hecho de haber llegado cuarenta y ocho minutos tarde podría significar la diferencia para poder exculpar a Bosch y detener a Tafero.