Добавить в цитаты Настройки чтения

Страница 29 из 84

Winston se levantó de inmediato y fue a una ventanilla de recepción, a través de la cual McCaleb vio a un joven sentado con un auricular de telefonista.

– ¿Puede decirle al señor Riddell que estamos los dos aquí?

El joven, que al parecer estaba atendiendo una llamada, le dijo que sí con la cabeza.

Al cabo de unos momentos los condujeron hasta el despacho de Cameron Riddell. McCaleb cargó con la caja. Winston hizo las presentaciones, refiriéndose a McCaleb como su colega. Era cierto, y al mismo tiempo evitaba mencionar el hecho de que carecía de placa.

Riddell, un hombre de aspecto afable de unos treinta y cinco años, parecía ansioso por colaborar en la investigación. Winston se puso unos guantes de látex que sacó del maletín y luego rasgó la cinta con una llave para abrir la caja. Sacó la lechuza y la dejó en el escritorio de Riddell.

– ¿Qué puede decirnos de esto, señor Riddell?

Riddell permaneció de pie detrás de su escritorio y se inclinó para mirar la lechuza.

– {Puedo tocarla?

– ¿Sabe qué? Póngase unos de éstos.

Winston abrió el maletín y sacó otro par de guantes de la caja de cartulina. McCaleb se limitó a mirar, porque había decidido no intervenir a no ser que Winston se lo pidiera o cometiera una omisión obvia durante la entrevista. A Riddell le costó lo suyo ponerse los guantes.

– Lo siento -dijo Winston-. Son de talla mediana. Supongo que la suya es la grande.

Una vez puestos los guantes, Riddell levantó la lechuza con ambas manos y examinó la base inferior. Miró el interior hueco del molde de plástico y luego sostuvo el ave enfrente de él, al parecer examinando los ojos pintados. Luego la dejó en la esquina de su escritorio y volvió a su silla. Se sentó y pulsó un botón del intercomunicador.

– Monique, soy Cameron. ¿Puedes ir al fondo y traer una de las lechuzas que chillan? La necesito ahora.

– Ya voy.

Riddell se sacó los guantes y desentumeció los dedos. Entonces miró a Winston, porque había captado que la importante era ella. Señaló a la lechuza.

– Sí, es una de las nuestras, pero ha sido… No sé qué palabra utilizarían ustedes. Ha sido cambiada, modificada. Nosotros no las vendemos así.

– ¿Le importaría explicarse?

– Bueno, Monique va a traernos una para que puedan verla, pero esencialmente a ésta la han repintado un poco y le han quitado el mecanismo que la hace chillar. También tenemos una etiqueta de la empresa que pegamos aquí en la base, y no está. -Señaló la parte posterior de la base.

– Empecemos con la pintura -dijo Winston-. ¿Qué es lo que han hecho?

Antes de que Riddell respondiera, alguien llamó una sola vez a la puerta y entró una mujer que llevaba una lechuza envuelta en plástico. Riddell le pidió que la dejara en el escritorio y le quitara el plástico. McCaleb advirtió que la mujer hizo una mueca al ver los ojos pintados de negro de la lechuza que había traído Winston. Riddell]e dio las gracias y ella salió del despacho.

McCaleb examinó las dos lechuzas situadas una junto a la otra. La figura de Bird Barrier tenía más colores en las plumas, así corno ojos de plástico con las pupilas bordeadas con un efectista color ámbar. Además, esta nueva lechuza estaba encima de una base de plástico negro.

– Como ven, la lechuza que han traído está repintada -dijo Riddell-, sobre todo los ojos. Al pintarlos encima se pierde gran parte del efecto. Los llaman ojos con reflejo metálico. La capa metálica que lleva el plástico capta la luz y produce una sensación de movimiento.

– Así los pájaros creen que es real.

– Exactamente. Si lo pinta así, eso se pierde.

– No creemos que a la persona que los pintó le preocuparan los pájaros. ¿Qué más ha cambiado?





Riddell sacudió la cabeza.

– Sólo que las plumas han sido oscurecidas un poco. Ya lo ve.

– Sí. Antes ha dicho que le han quitado el mecanismo. ¿Qué mecanismo?

– Nos los traen de Ohio y entonces los pintamos y les ponemos dos mecanismos. Lo que ve aquí es nuestro modelo estándar.

Riddell levantó la lechuza y mostró la parte inferior. La base de plástico negro giró al darle la vuelta a la pieza. Se escuchó un fuerte sonido semejante a un chillido.

– ¿Ha oído el chillido?

– Sí, ya basta, señor Riddell.

– Lo siento. Pero ya ve que la lechuza se asienta en esta base y reacciona al viento. Al girar emite un chillido y suena como un depredador. Funciona bien, siempre que sople el viento. También tenemos un modelo de lujo con un mecanismo electrónico en la base. Contiene un altavoz que emite sonidos grabados de aves de presa como el halcón. No depende del viento.

– ¿Se pueden comprar sin ninguno de los mecanismos?

– Sí, se puede adquirir un recambio que encaja sobre nuestras bases, por si la lechuza se rompe o se pierde. A la intemperie, sobre todo en los puertos, la pintura dura de dos a tres años, después la lechuza puede perder parte de su efectividad. Hay que repintaría o sencillamente comprar otra. La realidad es que el molde es la parte más barata del conjunto.

Winston miró a McCaleb. Él no tenía nada que añadir o preguntar en la línea de interrogatorio que ella estaba siguiendo. Se limitó a asentir y ella se volvió hacia Riddell.

– De acuerdo, creo que nos gustaría saber sí hay alguna forma de seguir la pista a esta lechuza desde este punto a su propietario final.

Riddell miró la lechuza un rato largo, como si la figura fuera capaz de responder la pregunta por sí misma.

– Bueno, eso puede ser difícil. Vendemos varios miles de unidades de este artículo en un año. Lo enviamos a minoristas, y también a través de catálogos de venta por correo o desde nuestro sitio Web en Internet. -Chascó los dedos-. Sin embargo, hay algo que puede reducir bastante la búsqueda.

– ¿ Qué es?

– El año pasado cambiaron el molde en China. Hicieron una investigación y decidieron que los pájaros consideraban a la lechuza gavilana una amenaza mayor que la lechuza común. Cambiaron a éstas.

– No lo estoy siguiendo, señor Riddell.

Levantó un dedo como para decirle que aguardara un momento. Entonces abrió un cajón del escritorio y rebuscó entre unos papeles. Sacó un catálogo y empezó a pasar páginas con rapidez. McCaleb vio que el negocio principal de Bird Barrier no estaba en las lechuzas de plástico, sino en sistemas para ahuyentar pájaros a gran escala, entre los que se incluían los rollos de tela metálica y las púas para colocar en las cornisas. Riddell encontró la página de las lechuzas de plástico y giró el catálogo para que Winston y McCaleb lo vieran.

– Éste es el catálogo del año pasado -dijo-. Ve que la lechuza tenía la cara en forma de corazón. El fabricante cambió el pasado junio, hace unos siete meses. Ahora tenemos estos bichos. -Señaló a las dos lechuzas de la mesa-, La forma del pico también es diferente. El representante de ventas dijo que a este tipo de lechuzas a veces las llamaban lechuzas demoníacas.

Winston miró a McCaleb, que alzó las cejas un instante.

– Así que nos está diciendo que esta lechuza fue pedida o comprada desde junio -dijo la detective a Riddell.

– Más bien desde agosto o quizá septiembre. Cambiaron el molde en junio, pero probablemente no empezamos a recibirlas hasta final de julio. Además, antes venderíamos todas las existencias de cabeza redondeada.

Winston preguntó entonces a Riddell acerca de informes de ventas y averiguó que la información relativa a las ventas por correo y a través de Internet se mantenían registradas por completo y al día en los archivos informáticos de la empresa. En cambio, los puntos de venta de los envíos a grandes almacenes y minoristas de productos para el hogar y los barcos obviamente no se habían registrado. Se volvió al ordenador que tenía en su escritorio y escribió algunas órdenes. Luego giró la pantalla, aunque McCaleb y Winston no estaban en un ángulo que les permitiera verla.