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La silla volvió a golpear el pomo. La voz de Nan era de preocupación.
– ¿Lena?
– ¡Voy! -gritó Lena.
Cerró la navaja con un chasquido, guardándosela en el bolsillo trasero antes de abrirle la puerta a Nan.
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La silla volvió a golpear el pomo. La voz de Nan era de preocupación.
– ¿Lena?
– ¡Voy! -gritó Lena.
Cerró la navaja con un chasquido, guardándosela en el bolsillo trasero antes de abrirle la puerta a Nan.
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