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Hagen se acercó a la ventana.

– Realmente, es su ahijado -dijo a Don Corleone-. ¿Le hago pasar?

– No -respondió el Don-. Deja que todos le saluden. Cuando haya terminado, que entre a verme. ¿Has visto? -le dijo a Hagen-. Es un buen ahijado.

Por un momento, Hagen se sintió celoso.

– Hace dos años que no había venido por aquí -replicó con sequedad-. Probablemente tiene algún problema y querrá que usted le ayude.

– ¿Y a quién va acudir, sino a su padrino? -preguntó Don Corleone.

La primera persona que vio a Joh

– ¿Por qué no nos cantas una canción, Joh

Entonces vio a Nino Valenti que le sonreía amistosamente. Joh

Nino comenzó a rasguear la mandolina. Joh

– Ésta va dedicada a la novia -dijo, y siguiendo el compás con el pie, cantó una obscena canción siciliana de amor.

Mientras Joh

Todos estaban orgullosos de él. Era uno de ellos y había llegado a convertirse en un cantante famoso, en un astro cinematográfico que se acostaba con las mujeres más deseadas del mundo. Sin embargo, había hecho un viaje de casi cinco mil kilómetros para asistir a la boda, con lo que demostraba el respeto que sentía por su padrino. Todavía amaba a los viejos amigos como Nino Valenti. Muchos de los invitados habían visto a Joh

Acabada aquella segunda canción, Joh





Sólo Don Corleone, de pie en un rincón, parecía como fuera de lugar. Con voz alegre, cuidando de no ofender a sus invitados, gritó:

– Mi ahijado ha recorrido cinco mil kilómetros para honrarnos a todos; ¿es que nadie piensa darle un vaso de vino?

Al instante, Joh

Tom Hagen tendió la mano a Joh

– Cuando recibí la invitación comprendí que mi padrino ya no estaba enfadado -dijo Joh

Don Corleone estaba llenando los vasos con Strega.

– Todo olvidado. ¿Puedo hacer algo por ti? Me cuesta creer que me necesites. Eres un hombre famoso y muy rico ¿no es cierto?

Joh

– No soy rico, Padrino -dijo en tono que quería ser despreocupado-. Voy de baja. Tenía usted razón. Nunca debería haber dejado a mi esposa y a los niños por aquella vagabunda con la que me casé después. No me extraña que se disgustara conmigo.

– Estaba preocupado por ti, ni más ni menos. Después de todo, eres mi ahijado ¿no? -dijo el Don, encogiéndose de hombros.

Joh

– Estaba loco por esa zorra con cara de ángel, la más rutilante estrella de Hollywood. ¿Sabe usted qué hace después de terminar una película? Si el maquillador ha realizado un buen trabajo, se acuesta con él. Si el cámara le ha sacado unos buenos primeros planos, se lo lleva al camerino y le permite disfrutar de su cuerpo. La muy zorra se sirve de su cuerpo como yo utilizo la calderilla: para dar propinas. Es una mala mujer engendrada por el mismísimo diablo.

– ¿Cómo está tu familia? -le interrumpió Don Corleone con aspereza.

– Creo que me porté bien -contestó Joh

Hizo una breve pausa para encender un cigarrillo y añadió:

– Mire, Padrino: en estos momentos, para mi la vida carece de valor.

– Estos son problemas que yo no puedo solucionar -se limitó a decir Don Corleone-. Y ahora, dime ¿qué ocurre con tu voz?