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– Si, y estamos totalmente complacidos con ello.
– Hola otra vez. -Phoebe sonrió a Eve mientras Summerset cerraba la puerta del frente. -Y Roarke. Tenías razón, Delia, es realmente espectacular.
– Mamá. -Peabody se atragantó con la palabra y el rubor se extendió por su rostro.
– Gracias- Roarke tomó la mano de Phoebe, llevándola a sus labios. -Es un cumplido que puedo devolver. Es maravilloso conocerla, Phoebe. Sam. -Se volvió, sacudiendo la mano que Sam le ofrecía. -Ustedes criaron una deliciosa y encantadora hija.
– La amamos. -Sam apretó los hombros de Peabody.
– También nosotros. Por favor, pasen. Pónganse cómodos.
El es tan bueno para ésto, pensó Eve mientras Roarke acomodaba a todos en el salón principal. Suave con el satén, brillante como cristal. En pocos momentos, todos tenían un trago en las manos y él estaba contestando preguntas sobre varias antigüedades y piezas de arte en la habitación.
Ya que él estaba tratando con los Peabody, Eve volvió su atención a McNab. El mago de la DDE estaba cubierto por lo que, se imaginó Eve, él consideraba su atuendo más conservador. Su centelleante camisa estaba metida dentro de los pantalones sueltos y sedosos en el mismo tono. Sus botas al tobillo eran también centelleantes. Ùna media docena de bonitos aros de oro desfilaban en el lóbulo de su oreja izquierda.
Llevaba su largo cabello rubio en una cola de caballo que le colgaba a la espalda. Y su bonita cara, notó Eve, era aproximadamente del color de la langosta hervida.
– Te olvidaste el bloqueador solar, McNab?
– Sólo una vez. -Hizo rodar sus ojos verdes. -Deberías ver mi culo.
– No. -Ella tomó un profundo trago de vino. -No debería.
– Sólo estoy conversando. Estoy un poco nervioso. Tú sabes. -El cabeceó hacia el padre de Peabody. -Es realmente raro tener una pequeña conversación con él cuando ambos sabemos que soy el que se está tirando a su hija. Más aún, es síquico, entonces me preocupa que si pienso sobre tirármela a ella, él sepa que estoy pensando en tirármela. Y eso también es raro.
– No debes pensar en eso.
– No puedo evitarlo. -Chasqueó McNab. -Soy un hombre.
Ella le miró el traje. -Es un rumor de todas formas.
– Discúlpeme. -Phoebe tocó el brazo de Eve. -Sam y yo queremos darles a usted y Roarke este regalo. -ofreció a Eve la caja. -Por su generosidad y amistad de los dos para con nuestra hija.
– Gracias. -Los regalos siempre la hacían sentir torpe. A pesar de haber estado casi un año con Roarke y su hábito de darle cosas, nunca sabía como recibirlos.
Tal vez eso era porque había pasado la mayor parte de su vida sin nadie que la quisiera bastante para darle un regalo.
Ella bajó la caja, tirando del sencillo lazo doble. Abrió la cubierta, rasgando el envoltorio. Acomodados adentro había dos esbeltos candeleros decorados con brillantes piedras en verde y púrpura que se fundían juntas.
– Son hermosos. En serio.
– Las piedras son fluoritas. -le dijo Sam. -Para limpiar el aura, la tranquilidad de la mente, la claridad de pensamiento. Nosotros pensamos, ya que ambos tienen demandantes y difíciles ocupaciones, que esta piedra podría ser muy beneficiosa.
– Son adorables. -Roarke acarició uno. -Exquisito trabajo artesanal. De ustedes?
Phoebe le envió una brillante sonrisa. -Los hicimos juntos.
– Entonces son doblemente preciosos. Gracias. Ustedes venden este trabajo?
– Alguna que otra vez. -dijo Sam.- Preferimos hacerlos para regalarlos.
– Yo los vendo cuando necesito venderlos. -apuntó Phoebe. -Sam es de corazón demasiado blando. Yo soy más práctica.
– Con su permiso. -Otra vez, Summerset se paró en la puerta. -La cena está servida.
Fue más fácil de lo que Eve pensaba. Eran gente agradable, interesante y entretenida. Y el orgullo de Peabody era tan obvio que era imposible no enternecerse con ellos.
– Nos preocupamos, por supuesto. -dijo Phoebe cuando empezaban con la ensalada de langosta, -cuando Dee nos dijo lo que quería hacer con su vida, y donde. Un trabajo peligroso en una ciudad peligrosa. -Ella sonrió a su hija a través de la mesa. -Pero entendimos que esa era su llamada, y confiamos en que haría un buen trabajo.
– Es una buena policía. -dijo Eve.
– Que es una buena policía? -ante el ceño fruncido de Eve, Phoebe hizo gestos. -Quiero decir, cual sería su particular definición de un buen policía?
– Alguien que respete la placa y la aguante, y no se detenga hasta que haga una diferencia.
– Si. -Phoebe asintió en aprobación. Sus ojos, oscuros y directos, permanecieron fijos en Eve.
Y aún cuando era tan calma, estar sabiendo que la miraba hizo que Eve quisiera moverse en su asiento, por lo que decidió que Phoebe sería un as en Entrevista.
– Para hacer una diferencia es que estamos todos aquí. -Phoebe levantó su vaso, haciendo gestos con él antes de sorber. -Algunos lo hacen con oraciones, otros con arte, con comercio. Y algunos con la ley. La gente a menudo piensa que los Free-Agers no creen en la ley, la ley de la tierra, digamos. Pero nosotros lo hacemos. Creemos en orden y balance, y en el derecho del individuo de conseguir vida y felicidad sin dañar a los demás. Cuando usted sostiene la ley, sostiene el balance para todos aquellos individuos que han sido dañados.
– El tomar una vida, algo que nunca he comprendido, hace un agujero en el mundo. -Sam puso una mano sobre la de su esposa. -Dee no nos dice mucho sobre su trabajo, los detalles de él. Pero sí dijo que usted hace una diferencia.
– Es mi trabajo.
– Y la estamos avergonzando. -dijo Phoebe levantando su vaso de vino. -Por lo que voy a cambiar de tema y decirle que hermosa casa tienen ustedes. -Se volvió hacia Roarke.-Espero que después de cenar podamos hacer una visita por ella.
– Tienen seis u ocho meses? -murmuró Eve.
– Eve se queja de que hay habitaciones que nosotros no conocemos todavía. -comentó Roarke.
– Pero usted lo hizo. -Phoebe levantó las cejas. -Usted las conoce a todas.
– Mis disculpas. -Summerset entró. -Tiene una llamada, teniente, desde Despacho.
– Lo siento. -Ella dejó la mesa, saliendo rápidamente.
Regresó en pocos minutos. Una mirada a su cara le dijo a Roarke iba a terminar la noche entreteniéndose por sus propios medios.
– Peabody, conmigo. Lo lamento. -Ella repasó caras, deteniéndose en la de Roarke. -Tenemos que irnos.
– Teniente? Quiere que las acompañe?
Ella miró atrás hacia McNab. -Puedo utilizarte. Vamos. Lo siento. -dijo otra vez.
– No te preocupes por esto. -Roarke se paró, deslizandole la punta de los dedos por la mejilla. -Cuídate, teniente.
– Claro.
– El riesgo del trabajo. -Roarke volvió a sentarse cuando quedó solo con Phoebe y Sam.
– Alguien ha muerto. -dijo Sam en voz alta.
– Sí, alguien ha muerto. Y ahora, -dijo Roarke. -ellos van a trabajar para encontrar el balance.