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CAPITULO 22

Eve podía no dar dos créditos por la moda, pero eligió cuidadosamente su traje para la operación. Ella ya estaba cableada, en más de una forma.

La energía burbujeaba a través de ella, demasiado rápido, demasiado caliente. Y esto, lo sabía, debería ser enfriado antes de dar un paso fuera de la habitación. Feeney ya le había fijado el transmisor en el pecho, y el receptor en la oreja.

Parada desnuda en el dormitorio, se estudió críticamente a si misma y apenas pudo ver el cambio de los tonos de la piel entre los pechos, donde descansaba el micrófono.

No era algo para preocuparse. El traje estaba diseñado para no mostrar ni un pedazo de piel.

Lo cual era bueno, ya que parte de ella todavía estaba moreteada. No tan mal, pensó mientras hundía un dedo en la decoloración de su cadera. Y sólo le dolía un poco si se olvidaba de sentarse más a menudo.

La cara? Volvió su cabeza, moviendo la mandíbula. Era difícil de notar, y ella había aflojado y colocado algo de maquillaje para cubrir lo que aún se mostraba.

Este proceso le había llevado alrededor de diez minutos y causado alguna simbólica frustración con la pintura de labios. Esa estúpida cosa nunca se veía bien en ella, pensó mientras regresaba al dormitorio para vestirse.

Había elegido negro. Los centelleantes hilos de plata brillando a través del traje modificado no le interesaban. La cómoda caída de la tela era la clave. Su arma principal acomodada en el hueco de su espalda, disimulada en lo que parecía un decorativo cinturón plateado. Había recurrido a Leonardo para ese pequeño accesorio. El lo había hecho rápido y eficientemente. Y ella suponía que elegantemente, pero eso era difícil de aceptar viniendo de ella.

Ya que prefería llevarla al costado para sacar, practicó por unos minutos hasta que el movimiento la salió como algo más natural.

Satisfecha, deslizó el arma de repuesto en una pistolera de tobillo, y un pequeño cuchillo de combate en una funda en el otro tobillo. Sobre estos se puso blandas botas negras, y una vez más estudió los resultados. Pasaría, decidió, luego se agachó y sacó ambas armas.

– Es un verdadero cuadro el que haces, teniente. -Roarke entró, con la camisa descuidadamente desabrochada. La vista de ella fue lo bastante aguda para ver que Feeney había terminado cableándolo a él también. -Seguro que tienes suficientes herramientas ahí?

– No he terminado. -Ella se enderezó, tomando un par de esposas del vestidor. Las introdujo en el cinturón, asegurándolas detrás de su cadera izquierda.

– Ponle unas espuelas a esas botas, agrega un látigo, y tendremos algo de verdad. -El caminó en un medido círculo alrededor de ella. -De ese modo estás destinada a intimidar a los otros invitados.

– Lo tengo cubierto. -Tomó una chaqueta en el mismo fluído negro y plata. La cubría hasta las rodillas.

Inclinando su cabeza, Roarke hizo un círculo con los dedos. Aunque le molestaba, ella hizo un par de rápidos giros. La chaqueta brillaba, dando provocativas pistas del cuerpo atlético dentro del traje negro y cayendo limpiamente sobre el armamento policial en su espalda.

– Definitivamente lo lograste. -decidió él. Le acarició la mejilla con los dedos, sobre los moretones que ella había ocultado. -Pero desearía que no estuvieras tan preocupada.

– No estoy preocupada. -Tomó el colgante de diamante en forma de lágrima que él le había dado una vez, pasando la cadena por su cuello. Y agregando el medallón de San Judas. -Tengo mi protección. De todas formas, si alguna puta va detrás de mi hombre, la voy a meter adentro. Es todo.

– Querida, eso es tan dulce.

Ella encontró su mirada en el espejo mientras luchaba con los aretes de la Reina del Mar, haciéndola sonreir como lo hacía él. -Sí, esa soy yo. Justo una babosa sentimental. Ponte tu traje, o vas a ir informal?

– Oh, encontraré algo apropiado para no avergonzar a mi sofisticada esposa.

Ella lo observó ir hacia el departamento personal de tiendas que él llamaba armario. -Tu transmisor está activado?

– No. Probado y puesto en espera. Feeney es muy estricto sobre las escuchas del DDE en el dormitorio.

– Okay. Mira que sé que no vas a ir desarmado. Quiero que dejes cualquier arma que estés planeado llevar.

El elegió un traje de noche negro. -Es una orden, teniente?

– No te pongas difícil conmigo, Roarke. Si llevas una de tu colección y hay alguna oportunidad de usarla, vamos a tener problemas de los que no quiero tener que ocuparme.

– Yo puedo ocuparme de mis propios problemas.

– Cállate. Deja tu arma en casa. Te voy a dar una de las mías.

El se volvió, con una camisa en su mano. -Lo harás?

– Saqué una licencia temporaria para ti, sólo por una noche. Tibble me la dio. -Ella abrió un cajón y tomó un pequeño aturdidor. -No es letal, pero te afloja bien los circuitos y no necesitas más que esto para protección personal.

– Esto dicho por una mujer que actualmente tiene más armas que manos.

– Yo tengo la placa, y tú no. No hagas de esto una cuestión de ego masculino. Sé que tú puedes manejarlo por ti mismo, y que prefieres hacerlo de esa forma. Pero esto es jugar limpio. Cualquier error y ella lo usará en la corte para ensuciar el juicio. Tú llevas algo no autorizado y le pones un arma en su mano.

El abrió la boca y ella pudo ver la irritación, la negación en su rostro. Sacudió la cabeza. -Por favor, hazlo por mi.





La iirtación cedió, con un largo siseo. Pero el extendió una mano hacia el aturdidor. -Peleas sucio. A tu manera entonces.

– Gracias.

El por favor, las gracias, en vez de la furia y las órdenes, le dijeron que ella estaba más preocupada de lo que quería demostrarle. -Ya has cubierto cada ángulo, cada contingencia, cada circunstancia. -le dijo él.

– No. -Ella abrió el bolso de noche que llevaba. Su placa, el comunicador, y todavía otra arma que ella no se había sentido obligada a mencionar ya estaban dentro. -Siempre hay algo más. Ella va a estar ahí. Lo sé. Mi estómago lo sabe. Lo vamos a terminar esta noche.

– Todo limpio. No hay señales del sujeto. Comenzando siguiente barrida. Y estos rollitos de huevo están geniales.

La voz de Feeney sonaba clara en el oído de Eve, y era un alivio bienvenido de la conversación de la fiesta en el salón. -Lo copio. -replicó. Dejándole el peso de la charla a Roarke, ella hizo su propia barrida.

Los oficiales que ella había seleccionado se movían a través de la multitud, mezclándose, fundiéndose. Incluso McNab de alguna forma vestido conservadoramente en azul zafiro y amarillo canario, no hubiera causado una segunda mirada. Nadie los notaría como policías, a menos que supieran donde mirar.

Siempre se notaba en los ojos. Llanos, vigilantes, listos, incluso si reían ante una broma o hacían una, incluso si se atiborraban de canapés o bebían agua mineral.

Aparte de las doscientas treinta y ocho personas que habían concurrido, veinte que vagaban por el salón estaban armadas y cableadas. Otras diez cubrían otras áreas públicas como parte del personal y seis manejaban el equipamiento en Control.

La recepción que formaba parte del evento ya estaba casi terminando. Julia

– No podemos tener aquí a nuestros más ilustres benefactores parados sin un trago. -Louise se deslizó hacia ellos, brillando en plata. Le hizo señas a un camarero, tomó dos copas de champagne de la bandeja y se las alcanzó a Eve y a Roarke. -Ustedes ya recibieron el agradecimiento oficial por su donación, pero quisiera agregar uno personal.

– El placer es nuestro. -Roarke la besó en la mejilla. -Te ves resplandeciente, como siempre. Hola, Charles, que bueno verte.

– Roarke. Teniente, estás asombrosa. Un soldado sexy. -El deslizó un brazo de propietario alrededor de la cintura de Louise. -Si alguna vez me llamaran a la guerra, te querría encabezando mis tropas. Temíamos que no pudieras venir esta noche. Delia me dijo como estabas enfrascada en la búsqueda de Julia

Era un constante rompecabezas para Eve. Aquí estaba un hombre, acompañante profesional, con el brazo alrededor de la elegante rubia a la que obviamente se había tirado, hablando sobre la morocha con la que se había citado por meses, y nadie parecía preocupado por eso.

Agregale que la morocha con la que se había citado, y el tipo con el que ella actualmente le daba como un martillo, estaban escuchando cada palabra a través del micrófono de Eve, y tenías algo muy extraño entre manos.

Las relaciones amorosas eran bastante confusas, pensó. Mézclalas con el trabajo policial y volarán limpiamente fuera de órbita.

– Me hice tiempo para pagar mis cuentas. -dijo Eve con una mirada a Louise.

Louise rió. -.Creo que la contribución del millón de dólares ya borró esa pizarra.

– Eso es asunto de él. -le devolvió Eve con un gesto de la cabeza hacia Roarke. -De todas formas, es agradable hacerlo por ti.

– Estupendo elogio viniendo de ti, así que gracias. Vamos a mantener los aburridos discursos después de la cena al mínimo, y luego bailaremos. Pero antes de arrear a la multitud hacia las mesas, necesito robarte a tu esposo.

Eve se acercó un poco más a Roarke. -De pronto prefiero conservarlo. Estoy muy acostumbrada a él.

– Te lo devolveré, sin ningún rasguño. El alcalde pidió específicamente tener una palabra contigo, -le dijo Louise a Roarke. -Le prometí que te llevaría.

– Por supuesto. -Roarke puso a un lado su copa sin tocar, deslizando una mano por la espalda de Eve. -A los políticos les gusta jugar.

– Dímelo a mi. Charles, puedes entretener a Dallas por unos minutos?

Eve tuvo que luchar con el instinto de aferrar el brazo de Roarke y tirarlo hacia atrás. El podía ocuparse de si mismo mejor que nadie. Pero no había estado a más de un pie de distancia de ella desde que habían entrado al Regency. Ella quería mantenerlo de esa forma.

Ella observaba la espalda de él mientras se movía cruzando el salón con Louise.

– Tengo un mensaje para ti, Dallas.

– Eh? Que mensaje?

– De Maria Sanchez. Me pidió que te dijera que eres sólida, y para ser policía, eres una puta muy decente. -Sorbió su champagne. -Asumo que son elogios.

– Más para ti que para mi, diría. Asumo que le has dado la mejor visita conyugal desde que la metieron en la celda, y la mejor que tendrá hasta que salga.

– Sólo diré que si fuera necesario, estoy seguro que podría usarla como referencia. En realidad, era una mujer interesante con una muy simple perspectiva de la vida.