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– Si temes por él, deja que él lo vea.
– Sé que puede cuidarse a sí mismo. Pero no va impedir que me preocupe por él.
– Me imagino que él tiene el mismo conflicto sobre ti, cada vez que sales de casa con esa arma colgada a tu costado. Tengas o no tu pelea sobre esto, vas a encontrar una manera de hacer esto juntos. Así es el matrimonio.
– Demasiado matrimonio es un grano en el culo.
– Oh, ciertamente, lo es.
– Usted le acomodó los botones. -murmuró Eve.
– Que?
Sorprendida de haber hablado en voz alta, Eve se detuvo, nerviosa. -Nada.
– Botones? Que… oh! El sweater de De
– El me gusta.
– También a mi.
– Los voy a dejar volver a sus… cosas. Dígale gracias por el vino. Aprecio que usted haya dedicado tiempo a esto.
– Tú siempre eres bienvenida aquí. -Se levantó para acompañar a Eve a la salida.
– Dra. Mira?
– Si?
– Que quiso decir su esposo, que usted tenía razón sobre mi?
– Puede haber querido decír un número de cosas, pero bajo estas circunstancias, imagino que quiso decir que yo tenía razón cuando te describí como brillante, complicada, y valiente. Ahora te he avergonzado. -Gentilmente, Mira tocó con sus labios la mejilla de Eve. -Ve a casa y pelea con Roarke.
Ella no quería pelear. Solo quería que él se mantuviera fuera de línea para variar. Ya que las posibilidades eso eran cero, delineó un par de enfoques en el camino a casa.
Pero cuando entró a la casa, había una fiesta en marcha.
Escuchó música, risas, voces, e inmediatamente sintió que sus sienes empezaban a latir ante el prospecto de tener que tratar con gente. A menos que el sonido de las risas salvajes de su bienamada amiga Mavis no se detuviera, el dolor de cabeza vendría.
Se imaginó a si misma subiendo subrepticiamente las escaleras y escondiéndose en una habitación oscura con una puerta cerrada.
Valiente, mi culo. - pensó.
Hizo un cauteloso paso hacia las escaleras cuando Summerset se deslizó en el vestíbulo y la atrapó.
– Teniente. Tiene invitados.
– Que, estoy sorda?
– Tal vez su oído es defectuoso si está yendo en la dirección opuesta a la reunión del salón.
– Tal vez yo solo estaba subiendo las escaleras para cambiarme o algo. -Porque sabía que el argumento era flojo, porque él simplemente se quedó parado con esa mueca levemente afilada en su cadavérico rostro, ella alzó los hombros. -Oh, muérdeme. -murmuró y se dirigió hacia el salón.
– Aquí está! -Mavis voló a través de la habitación, un pequeño remolino con manojos de flores púrpura colocadas en estratégicos puntos sobre su cuerpo, esta vez su cabello era color plateado brillo de luna, con más flores irrumpiendo de él. Le dio a Eve un abrazo entusiasta, danzando sobre sus zapatos plateados con tacones de cuatro pulgadas y flores alrededor de los tobillos.
– Leonardo y yo íbamos hacia el Down and Dirty por algo de acción, y pasamos para ver si tú y Roarke querían ir. Y mira a quien encontramos. -Ella giró para sonreir a Phoebe y Sam. -La enganché a Peabody, y ella y McNab van a encontrarnos en el D y D. Roarke dijo que tal vez no llegarías a casa a tiempo, pero aquí estás.
– Aquí estoy. Tengo que trabajar, Mavis.
– Hey, tómate un par de horas para divertirte. -Empujó a Eve dentro de la habitación. -Empieza con mi zinger. Leonardo, muñeco, donde puse mi zinger?
Con sus pies y medio, el hombre de piel dorada que era el amor de su vida para Mavis, no parecía un muñeco. Estaba apenas vestido con una X de satén rojo que cruzaba sus pectorales y parecía estar sosteniendo en su lugar los pantalones fluidos y relucientes que caían desde su cintura hasta sus sandalias rojas cruzadas. Tachas de rubí formando una comilla en la esquina de su ojo izquierdo guiñaron cuando él sonrió y le pasó un vaso a Mavis.
– Que bueno verte, Dallas. -Se acercó y le dio uno sus tímidos besos de mariposa. -Te traigo un zinger fresco si quieres.
– Paso, pero gracias. -Le envió a Roarke una agradecida mirada cuando el bajó el volumen de la música. -Siento haber demorado más de lo que planeaba. -le dijo- Hice una parada camino a casa.
– No hay problema. -Fue hacia ella y con la excusa de un beso de bienvenida, murmuró- Quieres que me deshaga de ellos?
Ella casi dijo que sí, pero le pareció mezquino y cruel. -No, podemos ir una hora al D y D si quieres.
El le levantó la barbilla. -Tienes algo en mente.
– Déjalo ahi.
– Y un dolor de cabeza también.
– Se va a pasar. -Y estaba la posibilidad, aunque remota, de que unos momentos con amigos pudieran inducirlo a cooperar.
– Entonces vamos? -demandó Mavis girando con su zinger.
– Seguro. Dame un minuto para subir y ocuparme de unas cosas.
– Bárbaro. Roarke? -Mavis lo tomó de la manga mientras Eve salía. -Podemos ir en la limo? Sería totalmente magnífico para todos nosotros llegar al D y D con estilo.
Como el Down and Dirty era un local de strip con tanta clase como una ardilla rabiosa, Eve se figuró que harían un infernal alboroto llegando con una limo de una milla de largo y chofer uniformado. Se sintió agradecida de que la cosa estuviera construída como un tanque armado.
Se despojó del arnés de su arma, y desatando la funda del tobillo, chequeó la pequeña arma no reglamentaria para asegurarse de que estaba totalmente cargada. Con el propósito de arreglarse, pasó los dedos a través de su cabello y consideró el trabajo hecho.
Salió del dormitorio y se detuvo en seco cuando vió a Sam esperando en el hall. -No quería molestarla, -empezó- pero tiene dolor de cabeza. Puedo sentirlo. -explicó antes de que pudiera hablar ella. -Puedo ayudarla con eso.
– Está bien. No es nada.
– Odio ver a alguien sufriendo. -Su expresión era suave, compasiva. -Sólo tomará un minuto.
– No me gusta tomar químicos.
Ahora él sonrió. -No la culpo. Soy un sensitivo. -Caminó hacia ella. -Con un toque de empatía. Es aquí, no? -El señaló con un dedo el centro de la frente de ella, pero no la tocó. -Y detrás de los ojos. Se va a poner peor si va un club ruidoso sin ocuparse de él. No voy a hacerle daño.
Su voz era calma y fascinante. A pesar de que ella sacudió la cabeza, él continuó hablando, y la envolvió gentilmente.
– Es una cuestión de toque, de concentración. Cierre los ojos, trate de relajarse. Piense en otra cosa. Fue a Chicago hoy.
– Sí. -Los párpados se le cerraron cuando él rozó con el dedo su frente. -Para entrevistar gente en prisión.
– Toda esa violenta y conflictiva energía. No dudo que tiene un dolor de cabeza.
Los dedos se apoyaron contra sus párpados cerrados. Calidez. El murmuraba. Confort. Ningún hombre le había ofrecido nunca ambas cosas, salvo Roarke. Ella se dejó caer. Era casi imposible no hacerlo. Y el pensamiento pasó a través de su cabeza, la idea de lo que hubiera sido tener un hombre, un padre, dándole ternura en vez de dolor.
Sam sintió que el dolor salía, en sus dedos, en las palmas de sus manos. Latía ahí, sordamente, pulsando como un eco en la cabeza de él, antes de pudiera desparramarlo y disiparlo.
Y ahí, como descolorido, sintió otro afilado dolor. Profundo, se clavó rápido y violento en su propio centro. Y con eso, tuvo una visión. Y vio dentro de la mente de ella, sus pensamientos, su memoria, antes de que pudiera cerrar el enlace y bloquearlo.
– Wow. -Ella tambaleó un poco ante la repentina falta de soporte, y pensó que no había sido consciente del apoyo. Sí estaba consciente de que el dolor de cabeza se había ido, y en su lugar había una sensación de bienestar. -Mejor que cualquier maldito bloqueador. -empezó cuando abrió los ojos.
El la miraba fijamente, su rostro drenado de color, lleno de shock y pena. -Lo siento. Lo siento tanto.
– Que? Que pasa? Este asunto lo pone enfermo? -Ella lo tomó del brazo, pero él le aferró la mano. Y ahora él estaba frío como el invierno.
– Eve, yo nunca intenté esto con una mente fuerte. Debí imaginarlo. Estaba enfocado en sacar el dolor. Es necesario bajar el bloqueo, muy brevemente, pero como tengo luz sanadora no es problema por supuesto, y nunca me introduje. No es mi intención.
Ella se puso rígida. -Que quiere decir, introducir?
– No quise ver, se lo juro. Es contra todo lo que yo creo ver dentro de otra persona sin expresa invitación. Pero usted estaba abierta, y la imagen estaba ahí antes de que pudiera bloquearla. De su infancia. -El vió en la cara de ella que lo había comprendido. -Estoy muy apenado.
– Usted miró en mi cabeza?
– No. Pero ví. Y haber visto, aunque sea sin intención, es una traición a la confianza.
Ella se sintió desnuda y expuesta. -Le dio la espalda a él. -Eso es privado.
– Si, muy privado. No sé lo que puedo hacer para aliviarle esto, pero…
– Olvide lo que vió. -chasqueó ella- y no hable de esto. Nunca. Con nadie.
– Tiene mi palabra de que no voy a hablar de esto. Eve, si quiere que Phoebe y yo nos vayamos…
– No quiero que haga ninguna maldita cosa. Sólo quédese fuera de mi cabeza. Manténgase malditamente fuera de mi cabeza. -Ella salió, tratando de obligarse a no correr. Sin embargo lucho por recomponerse antes de volver a entrar al salón.
No pudo pensar en nada que necesitara más en ese momento que una hora en el D y D, donde podía sofocar fuera de ella los pensamientos en la horrible música emitida a un nivel que lastimaba los oídos, y beber bebida mala hasta que la miseria fuera hundida y ahogada.
El deber ganó, y ella sólo estaba medio borracha, lo que ocupó un rato de la hora que se dedicó a si misma. Evitó a Sam, sentándose tan lejos de él como fue posible en el salvaje y ruidoso viaje a la ciudad, y luego se aseguró de estar en el extremo opuesto de la mesa al que ocupaba él durante la visita al club.
El se lo facilitó y mantuvo la distancia.
Incluso cuando Mavis había insistido en que todos bailaran con todos los demás, ellos se esquivaron el uno al otro. Pero ni eso ni el ardor del brebaje malo le habían mejorado el humor.
Y el humor no se le había pasado a Roarke. Esperó hasta que estuvieron en casa, solos, ya que el resto de la fiesta había quedado en la ciudad. -Vas a decirme que es lo que pasa?