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CAPITULO 6

Aunque demorar las cosas la hacía sentir débil y estúpida, Eve sólo logró tomar el camino hacia la oficina del Comandante Whitney hacia el mediodía.

La única satisfacción de estar a cargo era haber podido ignorar al as de los reporteros de Canal 75, Nadine Furst cuando ella requirió una entrevista con respecto a la historia Pettibone-Du

Esto era algo más que ella tenía que acomodar, pensó mientras atrapaba un deslizador fuera de homicidios. Los recursos investigadores de Nadine eran tan filosos y amplios como su guardarropa. Ella era una herramienta de mano.

Cuando fue introducida en la oficina de Whitney sin siquiera una momentánea espera, Eve tuvo que imaginarse que él la estaba esperando.

Estaba sentado en su escritorio, un hombre de grandes hombros con una cara gastada y amplia. Tenía buenos ojos y claros, y ella tenía razones para saber que el tiempo que llevaba fuera de las calles no lo había ablandado.

El se reclinó hacia atrás, haciéndole señas con un dedo para que entrara. -Teniente. Debe estar bastante ocupada.

– Señor?

– Hizo un viaje hasta mi vecindario esta mañana, le hizo una visita a Shelly Pettibone. -Tenía juntas sus grandes manos, y su rostro era impenetrable. -Tuve una llamada de mi esposa.

– Comandante, es el procedimiento de rutina para preguntar a todos los conectados con la víctima.

– No creo haberlo dicho de otra manera. -Su voz era profunda, retumbona y tan impenetrable como su cara. -Cual es su impresión de Shelly Pettibone?

– Que es una mujer sensible, tranquila y directa.

– Tengo que decir que es una descripción perfecta, y yo la debo conocer desde hace unos quince años. Tiene alguna razón para creer que tuvo algo que ver con la muerte de su esposo?

– No, señor. No hay evidencias que me conduzcan en esa dirección.

El asintió. -Me alegra oir eso. Teniente, usted le tiene miedo a mi esposa?

– Sí, señor. -dijo Eve sin dudar. -Lo tengo.

Los labios temblaron por un instante en lo que pudo haber sido una delicada sonrisa. Luego asintió otra vez. -Estoy de acuerdo con usted. A

– Comprendido.

– Solo hasta saber donde estamos parados. Déjeme darle alguna información básica. -Hizo gestos hacia una silla. -Mi familia ha tenido una gran amistad con los Pettibone por muchos años. De hecho, uno de mis hijos salió con Sherilyn cuando eran adolescentes. Fue un amargo desengaño para mi esposa que esta relación no terminara en matrimonio, pero lo tuvo que aceptar.

Había un holograma de su esposa enmarcado en el escritorio. En un sutil movimiento, Whitney lo giró hasta que enfrentó la pared en vez de mirarlo a él. -A

– No pienso menos de usted por eso, Comandante.

Sus cejas se arquearon y por otro instante hubo un destello de humor en sus ojos. -A

El humor murió otra vez. -Muy encariñado con él. No era un hombre de hacer enemigos. Incluso A

– No encontré evidencias ni motivos para seguir en esa dirección, Comandante. Ni hacia sus esposas.

– Pero encontró a Julia

– Sí, señor.

El se levantó y salió de atrás de su escritorio. -Hay veces, Dallas, en que el sistema falla. Aquí falló al no mantener este individuo en la jaula. Ahora un buen hombre está muerto porque el sistema falló.

– Ningún sistema es infalible, pero saberlo no lo hace más fácil cuando usted ha perdido un amigo.

El reconoció su oferta de condolencia con una cabezada. -Porque lo asesinó?





Ya que él se había parado, Eve lo hizo también. -Su pauta había sido enfocarse en un hombre con alguna riqueza y prestigio, desarrollar una relación con él hasta llavarlo al matrimonio, asegurándose legalmente a sí misma con la intención de ganar todo o una porción de esa riqueza después de su muerte. En los tres casos que conocimos, el objetivo no era menos de veinticinco años mayor que ella, y se convertía en la segunda esposa. Si bien Pettibone encaja en el tipo general de su objetivo favorito, no tenemos evidencia que nos muestre que la conocía personalmente. Ella no es un heredero legal en esta ocasión, y por lo tanto no podría beneficiarse con su muerte como lo hace usualmente.

Eve sacó los discos de su reporte del bolsillo, dejándolos en el escritorio. -El motivo más lógico que queda es la ganancia financiera. Estoy siguiendo la posibilidad de que Du

– Ella debe ser buena en esto. -comentó Whitney-

– Sí, señor, lo es.

– Su pauta también puede haber sido cambiada en cuanto a reestablecerse en otra ubicación despúes de tener el dinero en mano.

– Ya había roto la pauta. Si dejó New York debería estar en otra gran ciudad. Y una, en mi opinión, que le es familiar. Debe estar tratando de asentarse y debe preferir lo conocido. Le voy a decir a Feeney que se ponga en contacto con la policía de Chicago y de East Washington. También voy a llamar a la Dra. Mira para una consulta. Quiero que estudie los reportes y los resultados de las pruebas de Du

– No intentó contactar con el perfilador original?

– No, señor. En mi opinión el perfilador previo fue demasiado blando con ella, y yo prefiero que lo tome Mira. Du

– Cuando tiene planeado ir?

– Espero ir mañana, señor. Pienso solicitar que Feeney venga conmigo en este caso. Ambos tratamos personalmente con Du

Su ceño se frunció. -Un homicidio? Está lista para eso?

– Sí, señor, está lista. Está en el camino correcto, y creo que puede cerrarlo.

Mántengame al día con todas las novedades. Voy a estar fuera de la oficina la mayor parte de mañana. Diciendo adiós a un amigo.

Se sentía extraño poder salir a horario al fin de la jornada, y llegar a casa a tiempo. Era extraño entrar por la puerta del frente y no tener a Summerset al acecho en el vestíbulo, listo con algún agudo comentario u observación. En realidad se encontró esperando ahí por un minuto o dos, esperándolo, antes de darse cuenta de lo que hacía.

Raramente avergonzada, empezó a subir las escaleras, casi convencida de que él estaba ahí, en una especie de espera a escondidas. Pero hizo todo el camino hacia el dormitorio sin una señal de él. O del gato.

Eso hacía, cavilò, que no se sintiera realmente en casa.

Hasta que escuchó correr la ducha, y las voces murmurando desde el baño adjunto. Se detuvo dentro y vió la figura larga y delgada de Roarke a través del vidrio ondulado de la pared de la ducha.

Era suficiente para hacer que una mujer quisiera relamerse los labios.

Las voces venían desde una pantalla enpotrada en los azulejos de la ducha, y parecían ser una especie de reporte financiero. La mente del hombre estaba llena de números la mitad del tiempo, pensó, y dedidió volverlo hacia otra ocupación.

Se desnudó donde estaba, y entrando silenciosamente en los chorros cruzados por detrás de él, le deslizó las manos alrededor de la cintura. Y hacia abajo.

El cuerpo se le puso rígido, en un rápido reflejo de músculos e instinto animal.

– Querida. -Su voz ronroneó. -Mi esposa puede llegar en cualquier momento.

– Clávala.

El rió. -Con mucho gusto. -dijo, y volviéndose la presionó contra los azulejos mojados.

– Subir la temperatura del agua a ciento un grados.

– Demasiado caliente. -murmuró él contra su boca cuando los chorros se calentaron, echando vapor.

– Lo quiero caliente. -En un rápido movimiento, ella invirtió sus posiciones, clavándole sus dientes en la mandíbula. -Te quiero caliente.

Ella ya estaba húmeda y estaba acelerada. Sus manos y boca se ocuparon con él, sometiéndolo a una suerte de alegre ataque. El no pudo escuchar más las voces enérgicas en la pantalla, detallando el último reporte de acciones, las proyecciones del mercado. Sólo el siseo de los chorros y el golpe de su propia sangre.

El era capaz de desearla cada minuto de cada día. Ella era lo único que echaría en falta despúes de haber muerto. Ella era el pulso, la razón, el aliento.

Cuando atrapó su cabello goteante con su mano, levantándole la cabeza para que su boca pudiera fundirse en ella, fue como alimentar a un hambriento que nunca, nunca estaría saciado.

Ella lo sintió venir de él, el filo de ese violento apetito que a menudo enmascaraba con elegancia, estilo y paciencia. Cuando ella lo saboreó, la hizo ansiar lo primitivo, hizo que su lujuria se liberara ante el peligro de dejar que el animal dentro de ellos quedar suelto para alimentarse.

Con él, ella podía ser tierna, donde nunca había tenido ternura. Y con él, ella podía ser brutal, sin miedo.

– Ahora. Ahora, ahora, ahora! Dentro de mí.