Страница 95 из 95
– ¿Qué tenías en mente?
– Nada especial. Cenar en casa, hablar con tranquilidad. Abrazarte toda la noche.
– Aunque suene maravilloso, no sé si estoy preparada para la última parte.
Lee la contempló.
– Lo digo en sentido literal, Faith. Sólo quiero abrazarte. Nada más. Sólo he pensado en abrazarte durante todos estos meses.
Faith parecía a punto de romper a llorar, pero lo que hizo fue secar la única lágrima que se había deslizado por el rostro de Lee.
Lee miró por el retrovisor.
– Pero supongo que eso no está incluido en el plan de Reynolds, ¿verdad?
– Lo dudo.
Lee se volvió de nuevo hacia Faith.
– Faith -dijo suavemente-. Sé que aprecias a Buchanan y todo eso, pero ¿por qué te interpusiste en la trayectoria de la bala?
Faith respiró profundamente.
– Ya te he dicho que él es único y yo de lo más normal. No podía dejarlo morir.
– Yo no lo habría hecho.
– ¿Lo habrías hecho por mí? -preguntó Faith.
– Sí.
– Nos sacrificamos por las personas que nos importan. Y a mí me importa mucho Da
– Supongo que el hecho de que contaras con los medios para desaparecer, la documentación falsa, la cuenta en un banco suizo y el piso franco, y aun así acudieses al FBI para intentar salvar a Buchanan debería haberme dado una pista al respecto.
Faith le agarró el brazo con fuerza.
– Pero sobreviví. Lo logré. Quizá eso hace que sea un poco extraordinaria, ¿no?
Lee le acarició el rostro.
– Ahora que estás aquí, no quiero que te vayas, Faith. Daría todo lo que tengo, haría cualquier cosa para que no me dejaras.
Faith recorrió la boca de Lee con los dedos, lo besó y lo miró a los ojos, que, incluso en la oscuridad, parecían irradiar el calor cegador del sol. Faith había pensado que jamás volvería a ver esos ojos; tal vez la esperanza de verlos, si sobrevivía, había sido lo único que la había salvado, lo que había evitado su muerte. En aquellos momentos no estaba segura de tener otro motivo por el que vivir que el amor incondicional de ese hombre. Y en esos instantes era lo que más le importaba.
– Pon el coche en marcha -dijo Faith.
Perplejo, Lee la miró pero no dijo nada. Hizo girar la llave en el contacto y arrancó el vehículo.
– Vámonos -lo instó Faith.
Lee se apartó de la acera y el coche que estaba detrás de ellos hizo otro tanto.
Siguieron conduciendo; el otro coche no dejaba de seguirlos.
– Reynolds debe de estar tirándose de los pelos -observó Lee.
– Lo superará.
– ¿Adónde? -preguntó él.
– ¿Cuánta gasolina queda? -dijo Faith.
Lee parecía sorprendido.
– Estaba en una operación de vigilancia. El depósito está lleno.
Faith estaba apoyada en Lee, con el brazo alrededor de su cintura, y su pelo le hacía cosquillas en la nariz; olía tan bien que Lee se sintió mareado.
– Podemos ir hasta el mirador que está junto a la avenida George Washington. -Faith observó el cielo estrellado-. Te enseñaré las constelaciones.
Lee posó los ojos en ella.
– ¿Has perseguido estrellas últimamente?
Faith sonrió.
– Siempre.
– ¿Y luego?
– No pueden retenerme en el programa de protección de testigos contra mi voluntad, ¿no?
– No, pero correrás peligro.
– ¿Qué tal si corremos peligro juntos?
– Ahora mismo, Faith. Pero ¿y si se acaba la gasolina?
– De momento, conduce.
Y eso fue exactamente lo que hizo.