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Y cayó aparatosamente por una maraña de metal y un olor a polvo; las manos le resbalaron sobre papel liso. Detrás de él, algo se desmoronó ruidosamente.

– Vamos -dijo el finlandés-, relájate un poco.

Case yacía extendido de brazos y piernas sobre una pila de revistas amarillentas: chicas que brillaban en la penumbra de Metro Holografix, una nostálgico galaxia de dientes dulces y blancos. Se quedó allí respirando el olor de las viejas revistas hasta que se le calmó el corazón.

– Wintermute -dijo.

– Sí -dijo el finlandés, desde alguna parte detrás de él-, lo has entendido.

– Vete a la mierda. -Case se sentó, frotándose las muñecas.

– Vamos -dijo el finlandés, saliendo de una especie de nicho en la pared-. Así será mejor para ti, muchacho. -Sacó un Partagás de un bolsillo del abrigo y lo encendió. El olor a tabaco cubano llenó la trastienda.- ¿Te gustaría que yo fuese a buscarte en la matriz como una zarza ardiente? Allí no se te ha perdido nada. Una hora aquí sólo te tomará un par de segundos.

– ¿Nunca se te ha ocurrido que me irrita los nervios verte actuar como si me conocieras de toda la vida? -Se levantó, sacudiéndose un polvo pálido de la parte delantera de los tejanos negros. Se volvió para mirar con rabia las polvorientas ventanas del taller, la puerta de calle, cerrada. – ¿Qué hay ahí fuera, Nueva York? ¿O es que ya no hay nada más?

– Bueno -dijo el finlandés-, es como ese árbol, ¿sabes? Cae en medio del bosque, pero tal vez no haya nadie para oír el ruido. -Mostró a Case los dientes enormes, y aspiró una bocanada. – Puedes ir a dar un paseo, si quieres. Todo está allí. O al menos todas las partes que has llegado a ver. Eso es memoria, ¿no es así? Te hago salir, selecciono, y retroalimento.

– No tengo una memoria tan buena -dijo Case, mirando alrededor. Se examinó las manos, volteándolas. Trató de recordar cómo eran las líneas de las palmas, pero no pudo.

– Todo el mundo la tiene -dijo el finlandés, dejando caer el cigarrillo y aplastándolo luego con el talón-, pero pocos acceden a ella. Los artistas sí, la mayoría, si son buenos. Si pudieras poner esta estructura sobre la realidad, la casa del finlandés en el bajo Manhattan, verías una diferencia, pero quizás no tanto como imaginas. La memoria es holográfica, para vosotros. -El finlandés se hurgó una oreja.- Yo soy diferente.

– ¿Qué quieres decir con holográfica? -La palabra le recordó a Riviera.

– El paradigma holográfico es lo más cercano que habéis encontrado como representación de la memoria, nada más. Pero nunca habéis hecho nada al respecto. Quiero decir, la gente. -El finlandés dio un paso adelante y ladeó el cráneo aerodinámico para mirar a Case.- Tal vez, si tú hubieses hecho algo, esto no pasaría.

– ¿Que estás diciendo?

El finlandés se encogió de hombros. La maltratada chaqueta de paño le quedaba demasiado ancha de hombros y se le salía por los costados. -Estoy tratando de ayudarte, Case.

– ¿Por qué?

– Porque te necesito. -De nuevo aparecieron los dientes grandes y amarillos.- Y porque tú me necesitas.

– Tonterías. ¿Puedes leerme la mente, finlandés? -Hizo una mueca.- Wintermute, quise decir.

– La mente no se lee. Mira, tú aún conservas los paradigmas que te dio la imprenta, y apenas tienes cultura impresa. Yo puedo acceder a tu memoria, que no es lo mismo que tu mente. -Metió la mano en la desnuda carcasa de un antiguo televisor y sacó un tubo al vacío plateado y negro. – ¿Ves esto? Es como si fuera una parte de mi ADN. -Arrojó el objeto hacia las sombras, y Case oyó el estallido y el tintineo de los añicos.- Siempre estáis construyendo maquetas. Círculos de piedra. Catedrales. Órganos. Máquinas de sumar. No tengo idea de por qué estoy aquí ahora, ¿entiendes? Pero si la operación se lleva a cabo esta noche, habréis logrado por fin lo más importante.

– No sé de qué me estás hablando.

– Hablo de vosotros. De tu especie.

– Mataste a los de Turing.

El finlandés se encogió de hombros. -Tuve que hacerlo… fue necesario. Tendría que importarte poco; te hubieran liquidado sin pensarlo dos veces. De todos modos, ya que estás aquí, hablemos un poco más. ¿Recuerdas esto? -Y en la mano derecha sostenía el calcinado enjambre de avispas del sueño de Case, y el aire enrarecido de la tienda olía a combustible. Case se tambaleó hacia atrás, contra una pared de basura.- Sí. Era yo. Lo hice con el equipo holográfico montado en la ventana. Otro recuerdo que te saqué cuando te anulé la primera vez. ¿Sabes por qué es importante?

Case negó con la cabeza.

– Porque -y la colmena, de algún modo, había desaparecido- es lo más cercano que tenemos a lo que Tessier-Ashpool querría ser. El equivalente humano. Straylight es como esa colmena, o, por lo menos, se supone que funciona así. Me imagino que te hará sentir mejor.

– ¿Sentir mejor?

– Para saber cómo son de verdad. Allá estabas empezando a odiarme. Eso es bueno. Pero, en cambio, ódialos a ellos. La diferencia es la misma.





– Oye -dijo Case, dando un paso hacia adelante-, nunca me hicieron nada. Contigo es diferente… -Pero ya no sentía la rabia.

– Así que los de T-A me obligaron. La chica francesa dijo que estabas vendiendo a la especie. Dijo que eras un demonio. -El finlandés sonrió.- No importa demasiado. Antes de que esto termine tienes que odiar a alguien. -Se volvió y fue hacia la parte de atrás de la tienda.- Bueno, vamos. Te mostraré algo de Straylight ya que estás aquí. -Alzó la esquina de la manta. Una luz blanca entró a raudales.- Mierda, viejo, no te quedes ahí parado.

Case lo siguió, frotándose la cara.

– Bueno -dijo el finlandés, y le aferró el codo.

Fueron impelidos más allá de la lana rancia, en una nube de polvo, hasta la caída libre y un pasillo cilíndrico de hormigón lunar acanalado, con anillos de neón blanco cada dos metros.

– Jesús -dijo Case, tropezando.

– Esta es la entrada principal -dijo el finlandés y la chaqueta de paño aleteó en el aire-. Si esto no fuera una estructura mía, el sitio de la tienda sería el portón principal, junto al eje de Freeside. Será un poco deficiente en detalles, sin embargo, porque no tienes los recuerdos. Con la excepción de esta parte de aquí, que tomaste de Molly…

Case logró enderezarse, pero empezó a dar vueltas en una larga espiral.

– Espera un poco -dijo el finlandés-. Haré que saltemos hacia adelante.

Las paredes se hicieron borrosas. Una sensación de movimiento precipitado que lo mareaba, colores apresurados que corrían por largos pasillos. En un momento pareció que atravesaban metros de pared sólida, un destello de oscuridad total.

– Aquí es -dijo el finlandés-. Ya llegamos.

Flotaban en medio de una habitación perfectamente cuadrada, las paredes y el techo cubiertos con paneles rectangulares de madera oscura. En el suelo había una brillante alfombra cuadrada con un diseño que imitaba a un microchip, los circuitos dibujados con lanas azules y rojas. En el centro exacto de la habitación, alineado perfectamente con el diseño de la alfombra, había un pedestal cuadrado de cristal blanco esmerilado.

– La Villa Straylight -dijo un objeto cubierto de joyas que estaba sobre el pedestal, con una voz que parecía música- es un organismo que ha crecido hacia adentro, un capricho neogótico. Cada uno de los espacios de Straylight es de algún modo secreto, esta infinita serie de habitaciones unidas por pasillos, por cajas de escalera abovedadas como intestinos, donde el ojo queda atrapado en curvas estrechas, y pasa junto a ornamentados biombos, nichos vacíos…

– Es una composición de 3Jane -dijo el finlandés, sacando los Partagás-. La escribió cuando tenía doce años. Un curso de semiótica.

– Los arquitectos de Freeside se esforzaron en esconder el hecho de que el interior del huso está ordenado con la trivial precisión de una habitación de hotel. En Straylight, en la superficie interior del casco, una extrema profusión de estructuras cubre formas que fluyen, alzándose hacia un sólido núcleo de microcircuitos, el corazón corporativo de nuestro clan, un cilindro de silicio atravesado por estrechos túneles de mantenimiento, algunos menos anchos que la mano de un hombre. Los brillantes cangrejos hacen aquí sus madrigueras, y los zánganos, atentos a detectar cualquier tipo de falla micromecánica.

– Fue a ella a quien viste en el restaurante -dijo el finlandés.

– De acuerdo con las normas del archipiélago -continuó la cabeza-, la nuestra es una familia antigua; las circunvoluciones de nuestra casa reflejan esa edad. Pero reflejan también otra cosa. La semiótica de la Villa habla de una involución, un rechazo del brillante vacío que hay más allá del casco.

»Tessier y Ashpool subieron por el pozo de gravedad y descubrieron que odiaban el espacio. Construyeron Freeside para explotar la riqueza de las nuevas islas, se hicieron ricos y excéntricos, y se pusieron a construir un cuerpo extendido en Straylight. Nos aislamos detrás de nuestro dinero, creciendo hacia adentro, generando un inconsútil universo del ser.

» La Villa Straylight no conoce el cielo, ya sea este grabado o de otro tipo.

»En el núcleo de silicio de la villa hay una pequeña habitación, la única sala rectilínea del complejo. Aquí, sobre un sencillo pedestal de cristal, hay un ornamentado busto, de platino y metal esmaltado, incrustrado de lapislázuli y perlas. Los brillantes globos de los ojos proceden del panel de rubí sintético de la nave que trajo al primer Tessier por el pozo, y que volvió a buscar al primer Ashpool…

La cabeza dejó de hablar.

– ¿Y? -preguntó Case por fin, casi como si esperase que el objeto le contestara.

– Eso es todo lo que escribió -dijo el finlandés-. No lo terminó. Entonces era sólo una niña. Esto es una especie de terminal ceremonial. Necesito que Molly esté aquí, con la palabra justa en el momento justo. Ese es el quid del asunto. No tiene importancia alguna cuánto podáis penetrar tú y el Flatline con el virus chino, si este objeto no oye la palabra mágica.

– ¿Y cuál es la palabra?

– No lo sé. Podría decirse que lo que yo soy se define por el hecho de que no lo sé, porque no puedo saberlo. Yo soy aquello que no conoce la palabra. Si tú la conocieses, viejo, y me la dijeras, yo no podría conocerla. Estoy construido así. Es otra persona quien tiene que aprenderla y traerla hasta aquí, en el momento en que tú y el Flatline se abran paso a través de ese hielo y entremezclen los núcleos.