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Capítulo Uno.

Ha llegado hasta Esta Autora la noticia de que el Honorable Clive Ma

Los recién casados han regresado a Londres para disfrutar de las festividades de invierno, al igual que la señorita Susa

Esta Autora imagina que las anfitrionas de la ciudad están comprobando, ahora mismo, sus listas de invitados. Seguramente no pueden invitar a los Ma

Revista de Sociedad de Lady Whistledown,

21 de enero de 1814

De acuerdo con Lord Middlethorpe, que acababa de consultar su reloj de bolsillo, pasaban exactamente seis minutos de las once de la noche, y Susa

El primero de ellos era imposible. Deseó que de alguna manera, quizás a causa de alguna clase de magia misteriosa y benévola, ella pudiera desaparecer del salón de baile en el que permanecía de pie en ese momento y encontrarse cálidamente acurrucada en su cama en la casa de su familia en Portman Square, al norte de Mayfair. No, mejor aún, aparecer cálidamente acurrucada en la cama, en la casa solariega de su familia en Sussex, que estaba lejos, muy lejos de Londres y, lo que era más importante, muy lejos de todos los habitantes de Londres.

Susa

Una vez que se hizo evidente que no iba a ninguna parte, por medios extraordinarios o incluso ordinarios (Susa

Esto pareció posible. Ambos estaban sanos; simplemente podrían ponerse en pie y marcharse caminando. Lo cual enriquecería enormemente la calidad de vida de Susa

Aun mejor, podría conseguir un pedazo de pastel de chocolate.

Pero Clive y Harriet parecían estar pasándoselo maravillosamente. Tan maravillosamente, de hecho, como los padres de Susa

Agonía. Pura agonía.

Pero tenía tres deseos, ¿no? ¿No recibían siempre las heroínas de los cuentos de hadas tres deseos? Si Susa

"Amén," dijo el anciano Lord Middlethorpe, a quien Susa

Bajó la mirada a su té. De un momento a otro seguramente se convertiría en un cubito de hielo. Su anfitriona había sustituido la tradicional limonada y el champán por té caliente aduciendo las frías temperaturas, pero el té no había permanecido caliente durante mucho tiempo, y cuando una se escondía en la esquina de un salón de baile, como lo hacía Susa

Susa

Susa

Había pensado que tendría al menos hasta la primavera antes de verse obligada a volver y enfrentarlos a todos. Casi no había tenido tiempo de practicar decir con la barbilla en alto, "Bien, por supuesto, el señor Ma

Porque se necesitaba ser muy buena actriz para decir eso, cuando todos sabían que Clive se había desentendido de ella cuando los adinerados parientes de Harriet Snowe habían comenzado a cortejarlo.

Ni siquiera era que Clive necesitara el dinero. Su hermano mayor era el Conde de Renminster, por el amor del cielo, y todo el mundo sabía que era tan rico como Creso.

Pero Clive había elegido a Harriet, y Susa

Susa

¿Realmente pensaban que quería oírles hablar sobre Clive y el aspecto de Harriet en la reciente velada musical de los Smythe-Smith? Como si ella quisiera saber lo que Harriet había llevado puesto, o que Clive había estado susurrándole al oído durante toda la velada.

Eso no significaba nada. Clive siempre había mostrado unos modales abominables durante las veladas musicales. Susa

Pero los chismes no eran lo peor de las visitas. Ese título quedaba reservado para las bien intencionadas almas que al parecer no podían mirarla con otra expresión que no fuera de compasión. Estas eran por lo general las mismas mujeres que tenían un sobrino viudo en Shropshire o Somerset o algún otro lejano condado, quien buscaba una esposa, y quizás a Susana le gustaría conocerlo, pero esta semana no porque estaba ocupado llevando a seis de sus ocho hijos a Eton.

Susa

Y no quería ser compadecida.

De repente se hizo imperativo que abandonara el salón de baile. No quería estar aquí, no quería contemplar a Clive y Harriet como una patética mirona. Su familia aún no estaba lista para irse a casa, pero seguramente ella podría encontrar algún cuarto tranquilo donde pudiera retirarse durante unos minutos. Si iba a esconderse, bien podría hacerlo correctamente. Su posición en esa esquina era espantosa. Y ya había visto a tres personas mirando en su dirección y cuchicheando después tapándose la boca con la mano.

Nunca había pensado que era una cobarde, pero tampoco pensaba que fuera tonta, y realmente, sólo un tonto se sometería de buen grado a esta clase sufrimiento.

Dejó su taza de té sobre un alféizar y se excusó con Lord Middlethorpe, con quien no había intercambiado más de seis palabras, a pesar de haber permanecido de pie el uno al lado del otro durante casi tres cuartos de hora. Rodeó el salón de baile por el borde, buscando las puertas francesas que conducían al vestíbulo. Había estado aquí antes, hacía tiempo, cuando fue la señorita más popular de la ciudad, gracias a su relación con Clive, y recordó que había un cuarto de retiro para las señoras en el extremo opuesto del vestíbulo.

Pero justo cuándo alcanzó su destino, ella tropezó, y se encontró cara a cara con – oh, maldición, ¿cuál era su nombre? Pelo castaño, ligeramente rechoncha…oh, sí. Penélope. Penélope Algo. Una muchacha con la que apenas había intercambiado más de una docena de palabras. Habían debutado el mismo año, pero podrían haber residido en mundos diferentes, por la poca frecuencia con que se cruzaron sus caminos. Susa

"No vaya allí," dijo Penélope suavemente, sin mirarla directamente a los ojos, de la forma en que solo la gente tímida lo hace.

Los labios de Susa

"Hay una docena de señoritas en el salón de descanso," dijo Penélope.

Esto era explicación suficiente. El único lugar en el que Susa

Lo cual era cierto, pero eso no significaba que Susa